martes, 30 de octubre de 2007

¿DESDE DÓNDE PERCIBE LA CIUDAD?


¿DESDE EL BUS, EL TRANSMILENIO, SU AUTOMOVIL, BICICLETA O SIMPLEMENTE DESDE LA CAMINATA DIARIA?


A partir de la pregunta que aparece en el título de este documento se pretende realizar un breve análisis acerca de cómo el modo de transportarnos por la ciudad influye en el acercamiento que se puede establecer con los lugares públicos.

Desde el libro de Páramo (2007) “El significado de los Lugares Públicos para la gente de Bogotá”, es posible resaltar el valor que tienen los lugares públicos en los procesos educativos y la importancia de describir y analizar la manera como los habitantes de Bogotá conceptúan y valoran esos lugares públicos. Desde este aspecto, el reconocimiento de los lugares públicos de la ciudad, su potencial educativo, la planeación urbana y el acceso al espacio público hace que exista una creciente preocupación por tener dichos lugares no para unos cuantos, sino para todos.

Es evidente que el fuerte crecimiento de la ciudad de Bogotá ha hecho inevitable la expansión de sus frágiles fronteras, llevando no sólo al proceso de ampliación, sino también al de distanciamiento entre las localidades y sectores de la ciudad. Además, este hecho ha llevado al crecimiento constante, la consolidación y el avance de la ciudad informal, esta situación va generando nuevas periferias. Este distanciamiento con los lugares públicos de la ciudad perjudica en gran medida el acceso que los habitantes tengan con estos lugares y la posibilidad de aprovechamiento de los escenarios educativos que ofrece.

Páramo (2007) sugiere que parte de la estrategia para que la gente se apropie de los lugares públicos es permitir un mayor acceso de las personas de muchas localidades a esos lugares, ese acceso estaría mediado no sólo por los costos de visitarlos, sino también por el modo de transportarse hacia ellos. Esta consideración se debe a que muchas personas deben atravesar largas distancias cuando van a acudir a un lugar público ubicado en el centro o al norte de la ciudad, más aún si viven en localidades alejadas o que se encuentran sobre la periferia; esta situación, se traduce en acceso limitado de las personas con pocos recursos económicos y gastos excesivos de las personas que se atreven a salir con sus familias a vivir la ciudad.

En este punto, es necesario aclarar, que los lugares públicos no existen únicamente en esos sectores de la ciudad, pero es particularmente en esos sectores donde se desarrollan funciones que muchos ciudadanos esperan encontrar cuando se acercan a la ciudad (recreación, descanso, entretenimiento, entre otras); además, desde las entidades gubernamentales se da prioridad a esos lugares cuando se planifican actividades educativas, deportivas o recreativas para los ciudadanos y es donde se encuentran la mayoría de museos, ferias, teatros, exposiciones, entre otros.

Siguiendo con la idea del transporte y los ciudadanos, es evidente que el tipo de transporte que una persona tome no se debe únicamente al interés de utilizar cierto medio de transporte, sino al dinero con que cuenta y la facilidad que tenga de poder acceder a él. Si una persona va en bicicleta no sólo lo hace por el amor a este medio de transporte o en beneficio de su salud (aunque probablemente sea la salud la que se vea más afectada en una ciudad como Bogotá), también podríamos estar frente a un caso de poco acceso a los medios de transporte en su sector o a un alto costo económico para el sujeto, en todo sentido, uno podría decir para ciertos casos “dime qué tipo de transporte usas y te diré que dinero y acceso al transporte público tienes”.

Así mismo, se vive cotidianamente que en el transporte público también existen unas reglas que modifican nuestras actuaciones en esos escenarios móviles de la ciudad, el caso más claro es el de Transmilenio, donde su disposición espacial, las formas de uso y los comportamientos que se ven como “adecuados”, hacen parte la planeación y la función para el que fue pensado. En el caso de los buses, taxis y bicicletas, aunque no sean normas tan claras como las de transmilenio, existen unos mínimos por cumplir para acceder a ellos y salir victorioso de tal osadía. La pregunta que surge al respecto es ¿Será que el transporte público de la ciudad es o puede ser un escenario educativo?, en este sentido, valdría la pena preguntarse antes, si el trasporte público es realmente público.

No obstante, para muchas personas lo importante no es el cómo llegar al lugar sino simplemente llegar, disfrutar y hacer parte de la funcionalidad que se le atribuye, bien sea desde lo económico, lo industrial, lo tecnológico, lo educativo o recreativo; pero es claro que para que la ciudad sea educativa para todos y no para unos cuantos, debe prestarse a tención al acceso del lugar,los modos como se presentan las reglas y la traducción que hacen las personas de ellas.

Elaborado por Anacristina Bayona López