jueves, 27 de septiembre de 2007

CIENCIA ABIERTA


La vieja racionalidad es la que deriva de tres elementos fundamentalmente. La lógica aristotélica, el determinismo newtoniano y la división metodológica cartesiana; elementos que se traducen en un alejamiento del pensamiento propio de la edad media, basado en la creencia de Dios como centro del conocimiento y la iglesia como único vínculo entre éste y su apropiación por parte de los hombres “bajo la poderosa influencia de San Agustín, la iglesia condena los filósofos: porque a la verdad solo se llega por la revelación a través de la fe. No se admite que ningún tipo de especulación de la mente humana pueda alcanzar la verdad.”[1] Se rompe entonces la armonía planteada por los griegos entre religión, ciencia y filosofía, pero este alejamiento, que mas adelante dará fundamento a lo que se ha denominado modernidad, a pesar de haber contribuido enormemente a los avances científicos que tenemos hasta ahora, y de verse reflejado en un sistema educativo que tenía puestas sus expectativas en la formación de personas especializadas, es insuficiente para satisfacer las necesidades de una ciencia que debe traducirse en beneficios de carácter social y no solo en retórica, terminando relegada a los círculos de intelectuales y los gobiernos que la utilizan para legitimar sus acciones. El fin último de la ciencia debe ser el bienestar del hombre.

Ampliando los tres elementos anteriormente planteados, intentaremos caracterizar el desarrollo de la ciencia desde una perspectiva moderna, debido a que es allí donde la escuela y los procesos educativos se encuentran anclados.

La lógica aristotélica, de la cual se derivan los principios válidos de razonamiento y argumentación basados en el si y el no, en lo verdadero y lo falso, no permite que desde otras miradas ese mismo razonamiento pueda tener otras perspectivas, ejemplo claro de esto es la información que se reproduce en la escuela, única e inexpugnable, válida por el hecho concreto de provenir de una comunidad científica aceptada universalmente.

Por su parte, el determinismo consolidado con Newton permite aislar las variables con las que se explican los fenómenos, creando una aparente estabilidad que se sustenta sobre la base de que se pueden mantener esquemas inmodificables basados en los movimientos reiterados y la inmovilidad, con lo cual el investigador, al manejar adecuadamente estas variables, podría asegurar el control del proceso de investigación y estaría en la capacidad de arrojar resultados mas confiables y sin sesgos producidos por el azar y la probabilidad. De esta idea se desprenden gran parte de los imaginarios que los docentes tienen respecto al cuerpo del conocimiento que hay que reproducir en la escuela, inmodificable y absoluto, descontaminado de las opiniones producidas por los sujetos y el ambiente en el cual se desarrollan y que Morin señala como la separación entre sujeto y objeto: “dentro de ese marco de referencia, el sujeto es, o bien el ruido, es decir, la perturbación, la deformación, el error, que hace falta eliminar a fin de lograr el conocimiento objetivo, o bien el espejo, simple reflejo del universo objetivo... el sujeto se vuelve fantasma en el universo objetivo”[2].

En cuanto al cartesianismo y su obsesión reduccionista de llevar los fenómenos a su expresión más simple, ignorando la realidad del sistema abstracto de donde surgen los elementos a considerar, la razón se erige como mecanismo de descubrimiento de la verdad, y a partir de allí se considera que todo es matematizable, medible, cuantificable. La veracidad de la explicación de los problemas y fenómenos y sus parámetros de validez estarán sujetos a la utilización de un único método: el científico, que procurará por un conocimiento que establezca criterios de verdad para explicar la realidad, todo ello a costa del sacrificio de una comprensión compleja del mundo y pasando a formar parte de la ideología dominante, según Sergio Vilar gracias a tres razones:

a. Porque es el que más claramente se opone al globalismo religioso, a la subordinación de todo a la concepción teológica del mundo.
b. Porque el cartesianismo es un punto culminante del paradigma de la simplificación, mas fácil de comprender y de aplicar que el paradigma de la complejidad.
c. Sucesivamente, con la revolución industrial el cartesianismo se muestra muy eficiente en la organización disciplinaria de los conocimientos, o sea en la formación de especialistas que desde el S. XVIII – XIX hasta los años 1980 necesitan los empresarios[3].

De esta manera la ciencia, que debía estar abierta a nuevos desarrollos que le permitieran afrontar críticamente los problemas que permanentemente se le plantean, se convirtió en dogma casi religioso. Cerrado. Insuficiente para brindar las explicaciones necesarias para comprender los fenómenos cada vez más complejos y necesitados de un abordaje Inter y transdisciplinar, que propenda por “liberarse de la racionalidad científica neutra, destinada a destruir lo que no puede comprender y contra la cual se deberían defender las cuestiones y las pasiones que dan su sentido a la vida humana”[4]. Una ciencia que salga de los laboratorios y de los informes a las entidades financiadoras y se instaure como un dispositivo para el bienestar real de las comunidades, superando la ficción elevada con el ideal de progreso y centrándonos en su fin primario: El Hombre. Científico, artista, común y corriente. Una ciencia con métodos que se adecuen a los contextos y a los problemas de estudio. Una ciencia que dialogue y que, por sobre todo, elimine la soberbia y retome el camino de la humildad, del trabajo incansable y satisfactorio. Y que en el campo de la educación se reafirma con lo expresado por Vilar “Mas que una reforma de la enseñanza, es necesaria una revolución del pensamiento, de la elaboración de nuestras construcciones mentales y en su representación”[5].

La academia debe procurar generar marcos lo más consistentemente posibles para explicar e interpretar los fenómenos natural-sociales. No con el ánimo de encontrar la verdad univoca, sino mas bien profundizar en la búsqueda de caminos que ayuden a mejorar los niveles de comprensión que tenemos del mundo. “Podemos hacer que la ciencia pase de ser una matrona inflexible y exigente, a ser una atractiva y condescendiente cortesana que intente anticiparse a cada deseo de su amante”[6]
Edwin Andrés Mora V.

[1] GARCIA, Rolando. (Coordinador General). La Epistemología genética y la ciencia contemporánea. Ed. Gedisa. 1997. Barcelona.
[2] MORIN, Edgar. Introducción al pensamiento complejo. Ed. Gedisa. 1994. Barcelona
[3] VILAR, Sergio. La nueva racionalidad. Ed. Kairós. 1997. Barcelona
[4] IBID
[5] IBID
[6] FEYERABEND, Paul. Contra el Método. Ed. Ariel. 1974. Madrid.

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